1 La fríá muerte Jue 10 Abr 2008, 1:47 pm
mirmo
Moderadora de Fan Fics
La fría muerte
Se encontraba mirando detenidamente a las personas que pasaban por el lugar, no sabía bien por que le parecían tan interesantes o sí lo sabía pero no lo entendía…
Ella había vivido desde siempre, en el momento mismo en que la vida empezó a existir ella misma nació pues no existiría vida sin muerte, sin embargo, a su modo de ver a ella le había tocado la parte menos comprendida del asunto: las personas le temían, pues nadie quiere morirse, no tenía contacto con los seres vivos hasta que ya dejaban de estarlo y para ese momento ya no parecían atractivos por que eran uno más del montón y por si fuera poco todos los dibujos, libros y arte en general que había logrado ver sobre ella la pintaba como un hombre, ¡cómo se les ocurre eso! Pensaba constantemente.
Frente a ella paso un chico que llamó particularmente su atención: llevaba un traje medio desarreglado, o eso le pareció, iba sumamente aprisa por lo que chocaba constantemente con las demás personas que estaban a su alrededor, no dejaba de ver el reloj, como si no supiera la hora, pero por sobre todo llevaba una extraña sombra a su alrededor.
Como buena chica que era, decidió seguirle, pues la curiosidad le dictaba que siguiera a ese joven. Mientras le seguía iba pensando en lo extraños que eran los humanos: siempre apurados para no perder el tiempo y por eso mismo era que lo perdían, lo perdían en cosas sin sentido, cosas que hacían que cuando su momento final llegará y ella los recibiera pensará “que aburrido otro más”.
Finalmente le alcanzó, decidió caminar a su lado, total él no le vería al menos que ella quisiera. Lo observó más de cerca: era un hombre apuesto, de unos treinta años, debía tener un buen trabajo por que a pesar de su traje desalineado se notaba que era costoso, pero por sobre todo observó que esa sombra gris le salía de los ojos: ojos negros como su sombra…
Cuando el hombre entró a su oficina, ella miró por la ventana, había visto muchas cosas a lo largo de su continúa existencia: cavernas, centros dedicados al arte y la filosofía, guerras, fiestas, más luchas sin sentidos, inventos que le maravillaron y otros que le entristecieron, pero nunca habría algo que le maravillará más que ver esa multitud de personas unas junto a la otra sin conocerse, pero más aún sin importarse, eso nunca dejaría de sorprenderle.
Después de observar todo vio como una chica entraba al mismo lugar en el que se encontraba, ella la conocía: hacía unos meses que su abuela había muerto y le había impresionado que nunca le había visto llorar, cómo en ese momento la curiosidad le ganó y le estuvo siguiendo durante meses hasta finalmente descubrió como era que podía ser tan fría, había prometido no llorar por que era feliz de haber tenido el amor de esa dulce mujer. Por eso mismo, esa chica le parecía muy lista, había sabido valorar las cosas que realmente importan en la vida: el amor, así que seguramente cuando la conociese en persona podría tener una plática interesante, para variar, y eso era algo que anhelaba, pues era sumamente raro que un humano tuviera algo digno de que hablar con ella que había visto tanto.
Observó la escena detenidamente, para ella que el tiempo y el espacio eran nada, era ver todo como en cámara lenta, por lo que podía notar los más mínimos detalles, esos que sólo unos pocos humanos notaban, esos que podían hacer que la vida valiera la pena y por ende que la muerte no fuera un monstruo que te persigue. Notó como la chica llevaba una dulce sonrisa en su rostro, pero más aún notó un brillo particular en los ojos al dirigirse al hombre al que ella curiosamente había seguido. Por su experiencia en el arte de observar a los humanos había aprendido a diferenciar las miradas de las personas, fue entonces cuando su sorpresa se hizo mayor al comprender que eso que para ella resultaba evidente, era totalmente ajeno para el hombre al cual tan dulce mirada iba dedicada.
Las horas pasaron y estaba más intrigada que nunca, el hombre no parecía notar todo lo que había a su alrededor: gente amable, personas que llevaban una sonrisa en su rostro al hablarle, deliciosos o eso le parecían aromas de comida para compartir, una dulce melodía en el radio…nada parecía eliminar esa sombra negra que ella bien conocía por que la había visto demasiadas veces…esa sombra que le anunciaba que él pronto sería otro más del montón…
Al anochecer y llegar la hora de marcharse a casa, el silencio acompañaba los pasos de ese hombre, la misma chica de la mañana se despidió de él con una sonrisa, con un hermoso pensamiento que de nuevo él no pudo ni siquiera llegar a imaginar. Se acercó a esa chica y le susurró al oído “ acompáñale” ya que sabía que si ella realmente era una humano excepcional como le parecía sería capaz de escucharle.
Él se subió al coche y llegó rápidamente a casa, se sentó a comer tranquilamente, pausadamente, se sentó en silencio en un sofá frente a la televisión que dejo en cualquier canal, pues no estaba viendo. Ella observó el espacio a su alrededor: frío, vació…algo faltaba allí y él lugar se le hacía sumamente familiar… él tomó entre sus manos una fotografía, que beso con dulzura, tomó una copa llena de licor y le dio un sorbo, suspiró profundamente…
Cuando sonó el timbre, la curiosidad le ganó de nuevo, y fue a ver quién era. Sonrió abiertamente, la chica sí era especial después de todo. Vio que ella traía algo de comer para él. La puerta permanecía cerrada, pero el coche estaba aparcado fuera por lo que la chica sabía que él estaba dentro. Dio la vuelta para ver por una ventana a la sala y vio la sombra de alguien sentado en el sofá “ se abra dormido” pensó antes de marcharse.
La desilusión le gano y pensó en ver si él de verdad se había dormido o sólo no había querido abrir. Le miró, la copa en el suelo, la mano sin vida flotando desde el sofá, los ojos cerrados, la fotografía con el vidrio roto en mil pedazos, las pastillas por todo el lugar… la miró y recordó: hacía unos meses que había venido a ese lugar a llevarse a una joven mujer que se había unido al montón, todos lloraban, en especial un hombre joven y apuesto de alegre mirada, y ella le tuvo lastima pues sabía que esa mujer que era su esposa en realidad había muerto unas pocas horas de estar con otro…
Unas horas más tarde en el funeral, vio a la chica con un vestido negro y una sonrisa en el rostro: no se debe llorar por los que se van, si los haz amado, sólo por aquellos a los que nunca llegaste a dar amor.
Vio todo y decidió marcharse de allí por que de nuevo había llegado a la misma conclusión que siempre que seguía a un humano normal: ellos no se dan cuenta de lo especial de sus vidas, viven el pasado olvidando el futuro, se aferran a lo que no pueden tener dejando de lado lo que tienen a su alrededor, ignoran que no pueden recibir amor sin antes dar un poco de él y por sobre todo olvidan dejar de lado el frió de sus corazones para dejar entrar el calor del amor y la amistad, ese calor que les dejaría vivir y ser especiales, dejar de ser del montón y ser excepcionales. Llegó a la misma conclusión que siempre para ella los humanos son fríos y vacíos salvo raras excepciones y para los humanos ella es la fría muerte que se lleva todo a su alrededor…
Se encontraba mirando detenidamente a las personas que pasaban por el lugar, no sabía bien por que le parecían tan interesantes o sí lo sabía pero no lo entendía…
Ella había vivido desde siempre, en el momento mismo en que la vida empezó a existir ella misma nació pues no existiría vida sin muerte, sin embargo, a su modo de ver a ella le había tocado la parte menos comprendida del asunto: las personas le temían, pues nadie quiere morirse, no tenía contacto con los seres vivos hasta que ya dejaban de estarlo y para ese momento ya no parecían atractivos por que eran uno más del montón y por si fuera poco todos los dibujos, libros y arte en general que había logrado ver sobre ella la pintaba como un hombre, ¡cómo se les ocurre eso! Pensaba constantemente.
Frente a ella paso un chico que llamó particularmente su atención: llevaba un traje medio desarreglado, o eso le pareció, iba sumamente aprisa por lo que chocaba constantemente con las demás personas que estaban a su alrededor, no dejaba de ver el reloj, como si no supiera la hora, pero por sobre todo llevaba una extraña sombra a su alrededor.
Como buena chica que era, decidió seguirle, pues la curiosidad le dictaba que siguiera a ese joven. Mientras le seguía iba pensando en lo extraños que eran los humanos: siempre apurados para no perder el tiempo y por eso mismo era que lo perdían, lo perdían en cosas sin sentido, cosas que hacían que cuando su momento final llegará y ella los recibiera pensará “que aburrido otro más”.
Finalmente le alcanzó, decidió caminar a su lado, total él no le vería al menos que ella quisiera. Lo observó más de cerca: era un hombre apuesto, de unos treinta años, debía tener un buen trabajo por que a pesar de su traje desalineado se notaba que era costoso, pero por sobre todo observó que esa sombra gris le salía de los ojos: ojos negros como su sombra…
Cuando el hombre entró a su oficina, ella miró por la ventana, había visto muchas cosas a lo largo de su continúa existencia: cavernas, centros dedicados al arte y la filosofía, guerras, fiestas, más luchas sin sentidos, inventos que le maravillaron y otros que le entristecieron, pero nunca habría algo que le maravillará más que ver esa multitud de personas unas junto a la otra sin conocerse, pero más aún sin importarse, eso nunca dejaría de sorprenderle.
Después de observar todo vio como una chica entraba al mismo lugar en el que se encontraba, ella la conocía: hacía unos meses que su abuela había muerto y le había impresionado que nunca le había visto llorar, cómo en ese momento la curiosidad le ganó y le estuvo siguiendo durante meses hasta finalmente descubrió como era que podía ser tan fría, había prometido no llorar por que era feliz de haber tenido el amor de esa dulce mujer. Por eso mismo, esa chica le parecía muy lista, había sabido valorar las cosas que realmente importan en la vida: el amor, así que seguramente cuando la conociese en persona podría tener una plática interesante, para variar, y eso era algo que anhelaba, pues era sumamente raro que un humano tuviera algo digno de que hablar con ella que había visto tanto.
Observó la escena detenidamente, para ella que el tiempo y el espacio eran nada, era ver todo como en cámara lenta, por lo que podía notar los más mínimos detalles, esos que sólo unos pocos humanos notaban, esos que podían hacer que la vida valiera la pena y por ende que la muerte no fuera un monstruo que te persigue. Notó como la chica llevaba una dulce sonrisa en su rostro, pero más aún notó un brillo particular en los ojos al dirigirse al hombre al que ella curiosamente había seguido. Por su experiencia en el arte de observar a los humanos había aprendido a diferenciar las miradas de las personas, fue entonces cuando su sorpresa se hizo mayor al comprender que eso que para ella resultaba evidente, era totalmente ajeno para el hombre al cual tan dulce mirada iba dedicada.
Las horas pasaron y estaba más intrigada que nunca, el hombre no parecía notar todo lo que había a su alrededor: gente amable, personas que llevaban una sonrisa en su rostro al hablarle, deliciosos o eso le parecían aromas de comida para compartir, una dulce melodía en el radio…nada parecía eliminar esa sombra negra que ella bien conocía por que la había visto demasiadas veces…esa sombra que le anunciaba que él pronto sería otro más del montón…
Al anochecer y llegar la hora de marcharse a casa, el silencio acompañaba los pasos de ese hombre, la misma chica de la mañana se despidió de él con una sonrisa, con un hermoso pensamiento que de nuevo él no pudo ni siquiera llegar a imaginar. Se acercó a esa chica y le susurró al oído “ acompáñale” ya que sabía que si ella realmente era una humano excepcional como le parecía sería capaz de escucharle.
Él se subió al coche y llegó rápidamente a casa, se sentó a comer tranquilamente, pausadamente, se sentó en silencio en un sofá frente a la televisión que dejo en cualquier canal, pues no estaba viendo. Ella observó el espacio a su alrededor: frío, vació…algo faltaba allí y él lugar se le hacía sumamente familiar… él tomó entre sus manos una fotografía, que beso con dulzura, tomó una copa llena de licor y le dio un sorbo, suspiró profundamente…
Cuando sonó el timbre, la curiosidad le ganó de nuevo, y fue a ver quién era. Sonrió abiertamente, la chica sí era especial después de todo. Vio que ella traía algo de comer para él. La puerta permanecía cerrada, pero el coche estaba aparcado fuera por lo que la chica sabía que él estaba dentro. Dio la vuelta para ver por una ventana a la sala y vio la sombra de alguien sentado en el sofá “ se abra dormido” pensó antes de marcharse.
La desilusión le gano y pensó en ver si él de verdad se había dormido o sólo no había querido abrir. Le miró, la copa en el suelo, la mano sin vida flotando desde el sofá, los ojos cerrados, la fotografía con el vidrio roto en mil pedazos, las pastillas por todo el lugar… la miró y recordó: hacía unos meses que había venido a ese lugar a llevarse a una joven mujer que se había unido al montón, todos lloraban, en especial un hombre joven y apuesto de alegre mirada, y ella le tuvo lastima pues sabía que esa mujer que era su esposa en realidad había muerto unas pocas horas de estar con otro…
Unas horas más tarde en el funeral, vio a la chica con un vestido negro y una sonrisa en el rostro: no se debe llorar por los que se van, si los haz amado, sólo por aquellos a los que nunca llegaste a dar amor.
Vio todo y decidió marcharse de allí por que de nuevo había llegado a la misma conclusión que siempre que seguía a un humano normal: ellos no se dan cuenta de lo especial de sus vidas, viven el pasado olvidando el futuro, se aferran a lo que no pueden tener dejando de lado lo que tienen a su alrededor, ignoran que no pueden recibir amor sin antes dar un poco de él y por sobre todo olvidan dejar de lado el frió de sus corazones para dejar entrar el calor del amor y la amistad, ese calor que les dejaría vivir y ser especiales, dejar de ser del montón y ser excepcionales. Llegó a la misma conclusión que siempre para ella los humanos son fríos y vacíos salvo raras excepciones y para los humanos ella es la fría muerte que se lleva todo a su alrededor…